EJECUCION DE LOS COMUNEROS
La obra Ejecución de los comuneros de Castilla fue pintado por
Antonio Gisbert en 1860, cuando el artista contaba con 26 años de edad,
para presentarla a la Exposición Nacional de Bellas Artes de aquel año.
En dicha exposición a la obra se le concedió la Medalla de Primera Clase decisión que levantó airadas protestas en una parte del público pues la creían merecedora de una Medalla de Honor. El motivo del desacuerdo residía en que gran parte del jurado, de corte conservador,
vieron en la obra de Gisbert una dura crítica a la monarquía de
carácter absolutista así como un enaltecimiento de aquellos que luchan a
favor de las libertades.1
El debate sobre la obra adquiere un carácter abiertamente político llegando al punto en que Salustiano Olózaga, antiguo presidente del consejo de ministros y miembro en aquellos momentos de la Real Academia de la Historia quien define la obra como: «... un grito de rebeldía por la defensa de las libertades»,2 logra convencer al Congreso para que adquiera la obra por la considerable suma de 80 000 Reales.3 Desde entonces la obra permanece conservada y un tanto olvidada en la 1ª planta del Palacio de las Cortes en Madrid.4
Las revueltas comuneras en Castilla nunca habían sido un tema demasiado popular entre los artistas hasta la llegada de este cuadro de Gisbert. A partir de entonces fueron varios los pintores que se inspiraron en esta etapa de la historia para realizar obras que querían ser cantos de libertad y ejemplos de lucha contra la tiranía.1 Algunos ejemplos de estas obras son: Doña María Pacheco logra salir disfrazada de la ciudad de Toledo, merced a la generosidad de Gutierre López de Padilla (1860) de Manuel Domínguez Sánchez, Doña María Pacheco recibe la noticia de la muerte de su esposo Juan de Padilla (1860) de Gabriel Maureta y Aracil o Doña María Pacheco en la defensa de Toledo (1864) de Francisco Rica y Almarca
El debate sobre la obra adquiere un carácter abiertamente político llegando al punto en que Salustiano Olózaga, antiguo presidente del consejo de ministros y miembro en aquellos momentos de la Real Academia de la Historia quien define la obra como: «... un grito de rebeldía por la defensa de las libertades»,2 logra convencer al Congreso para que adquiera la obra por la considerable suma de 80 000 Reales.3 Desde entonces la obra permanece conservada y un tanto olvidada en la 1ª planta del Palacio de las Cortes en Madrid.4
Las revueltas comuneras en Castilla nunca habían sido un tema demasiado popular entre los artistas hasta la llegada de este cuadro de Gisbert. A partir de entonces fueron varios los pintores que se inspiraron en esta etapa de la historia para realizar obras que querían ser cantos de libertad y ejemplos de lucha contra la tiranía.1 Algunos ejemplos de estas obras son: Doña María Pacheco logra salir disfrazada de la ciudad de Toledo, merced a la generosidad de Gutierre López de Padilla (1860) de Manuel Domínguez Sánchez, Doña María Pacheco recibe la noticia de la muerte de su esposo Juan de Padilla (1860) de Gabriel Maureta y Aracil o Doña María Pacheco en la defensa de Toledo (1864) de Francisco Rica y Almarca
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